Hay casas en las que no existen espejos. Una curiosa repulsión, muymetafórica, al acto de mirarse, de reconocerse. Después de todo, quizá, en elreflejo se ve el horizonte más desdibujado de lo "real". El plan de huída nofunciona si se pone un pie en el Galpón 1 del Periférico Caracas ArteContemporáneo. No es una casa de espejos, no es así de sencillo. El trabajoartístico de Carla Arocha y Stéphane Schraenen va más allá.
Un entramado decomplejidades formales y de discurso lo circunda, lo encierra, lo abre.Una instalación colgante con láminas de plexiglás con efecto de reflejo obliga averse, pero, más complejo aún, a verse fragmentado y fragmentario,desfigurado. Aunque la idea de fragmento no es nueva en el artecontemporáneo, lo que perturba de ese primer acercamiento a la obra deArocha y Schraenen no sólo es pensar en la fragmentación, es sentirse laencarnación de la palabra, en la medida en que un yo fragmentado se(des)dibuja enfrente.
El espectador, sin el cual no existe la obra por el tema del reflejo, construye supropio desplazamiento, pero al mismo tiempo su mirada se deconstruyeobligatoriamente.Los múltiples significados dependen del propio recorrido de traslación del queve y se ve. La propuesta no se limita a una lectura introspectiva. Al contrario,las creaciones detonan lecturas que cuestionan la sociedad y los propioscódigos del arte, específicamente de lenguajes por los que arte venezolanotransitó en el siglo pasado.