Para Alí González, el color es a la pintura lo mismo que la piel al cuerpo: una envolturaorgánica que toca los afectos e inflama la sensibilidad. Su enfoque da a las aparienciasun lugar preponderante que contradice la visión esencialista, aún cuando no se proponedisipar los síntomas del fracaso de la tradición moderna. Quizá por ello, la serie de ladrillospolicromados que reúne la exposición Color Contra Curatorial es, al mismo tiempo,la afirmación alegórica de una realidad constantemente diferida y la negación consecuentede los prejuicios que pretenden reducirla a un solo significado.
He aquí la conflictividadlatente en estos trabajos donde la visión confronta las fracturas y contradiccionesde la cultura contemporánea, atrapada entre la exhuberancia visual y la violencia sígnica.El color-afecto de Alí González se acopla a la estructura de los bloques de arcilla comola carne adopta las formas, hendiduras y protuberancias anatómicas de los músculos y loshuesos.
Sólo que esta táctica de encubrimiento no intenta ocultar las carencias, fisurasy tensiones del contexto que las propicia y acoge. De ahí esa intensa beligerancia que semanifiesta entre el ojo y la mente, entre lo visible y lo experiencial, cuestiones que hacende esta propuesta un dispositivo de discusión que no rechaza, por cierto, el deleitede los sentidos. Vaya pues con prudencia el espectador cuando esa trama de colores ensartesu atención, porque puede ser víctima de una placidez engañosa. Hay que tomarcon seriedad las apariencias pues estas se han convertido en nuestra única realidad.